PROYECTO ENVERO
En una estrecha calle de la ciudad de Valencia se halla el taller -que es vivienda también, ¿ o acaso acoge la vivienda al taller? – de Cristina Navarro. En ese espacio común, Cristina se presenta imbuida en una labor ya de años que la conduce a la búsqueda de un fondo, cual cimiento y un orden, como disposición, al paisaje de las cosas. Las telas sobre las que pinta, se presentan por tanto como un juego ordenado de símbolos, alcanzando la memoria de un niño que aprendió a comer la sopa divertido con las letras de pasta de harina que bailaban en sus aguas hechas caldo.
De ese modo errático se transforma el dulce color sobre el que navegan las señales de los cuadros de Cristina, hecho sustancia que acoge en círculo o deja resbalar al vacío, iconos geométricos, representaciones de formas de vida que van de lo celeste a lo térreo, partículas de creación universal.
Así pues, más allá de la evidencia que vemos, surge ante nosotros una vida compuesta de elementossustanciales, cerrada en un lenguaje jeroglífico, pero que entreabre una puerta al ser universal.
Antonio Zafra. Baena 2004.
Y AL PRINCIPIO FUE LA PINTURA
La obra de Cristina Navarro nos sitúa en un estadio anterior a la palabra, antes incluso de ese momento inaugural que enuncia la Biblia: “y al principio fue el verbo”. A primera vista, cuando contemplamos algunas de sus creaciones, sólo vemos una masa de trazos y colores. Una mirada más atenta, sin embargo, nos permite distinguir enseguida diferentes signos: cuadrados y círculos, flechas y hélices, figuras esquematizadas antropomorfas y otros tipos de pictogramas como espirales, puentes o semicírculos de diferentes colores.
Parece que todavía no hubiéramos penetrado en el estadio del lenguaje: aún no se habla, sino que se balbucea, no se escribe, sino que hacen trazos. Así es, estamos lejos de la articulación y de la sintaxis, por no hablar ya de la semántica. Los signos no se han puesto todavía en orden, no forman una frase, ni un jeroglífico que podamos desentrañar, son tan solo la revelación de la absoluta potencialidad del lenguaje. Es el desorden y el caos lo que está en este principio del principio.
En muchos de los cuadros, los signos se agolpan en el centro, están unos junto a otros como defendiendo cada uno su lugar, casi superponiéndose y guareciéndose en el grupo, otras veces parece como si se retirasen a los márgenes de la tela, mientras en el centro aparece un círculo de color, y otras se quedan tan sólo en la parte inferior o en la superior, dejando el resto vacío. Algunos de esos signos han conseguido desgajarse del grupo, separarse de los otros hasta llegar incluso a abandonar la tela. Se han convertido en esculturas o se balancean en el aire cogidos por unos hilos atados a unos alambres. A casi todos los pintores les gusta experimentar con la tridimensionalidad y apresar el espacio en todas sus dimensiones, más allá de los límites de la pintura. Cristina Navarro también lo hace, aunque en su caso parece que sean los signos los que ellos solos hayan cobrado autonomía y se hayan unido a otros en una especie de articulación vertical hasta erigirse en cadenas de significación de códigos desconocidos. Y al principio fue la pintura…
La preocupación por el lenguaje le viene a Cristina Navarro de lejos. En 1990 inauguró una serie que denominó “la insistencia del signo” en la que ya aparecía bien definida la mayor parte de estos pictogramas, aunque su disposición era muy diferente. Los signos o símbolos figuraban separados siguiendo una línea, como si quisieran formar una frase o un verso, o aparecían situados dentro de un círculo ordenados según claves ocultas. Años después, en 2003, realizó una serie titulada “Epístolas”, que proseguía, aunque de una forma todavía más destilada, otras series en las que había trabajado con la escritura. Mostraba grafías antiguas, cuneiformes o jeroglíficas, trazos ilegibles en los que era difícil descubrir alguna lógica secreta. Son muchos los pintores y los escritores que se han adentrado por esta vía: pintores que han cultivado la escritura y escritores que han hecho sus incursiones en la pintura. Entre los primeros podemos citar a los futuristas, los dadaístas y más recientemente, por poner sólo un par de ejemplos, a artistas como Towmbly o Tapiès; entre los segundos cabe mencionar a Victor Hugo, Blake, Breton y Apollinaire, quien había querido titular su famoso libro Caligramas con el revelador título: Et moi aussi je suis peintre, o en una época más próxima a la nuestra a Henri Michaux, cuya escritura se ha transmutado en dibujo, en una poesía de formas, de signos espontáneos y rotundos.
De todos ellos, Paul Klee es, sin lugar a dudas, el que se encuentra más cerca de Cristina Navarro, pues ambos comparten no sólo la utilización de signos y pictogramas y la búsqueda tenaz de códigos y armonías secretos, sino, además, ese color vibrante y sonoro que los dos cultivaron. Así es. Junto con los signos, el color es en la obra de Cristina Navarro el otro protagonista indiscutible. Gracias al color su obra es un “trozo de pintura” en toda regla, un producto material e íntegro, alejado de cualquier pretensión conceptual. Como el silencio se opone a la locuacidad, el color se opone en sus cuadros a todos esos signos que se agolpan bulliciosamente. Los azules, rojos o amarillos, así como el resto de los colores que utiliza Cristina Navarro, anclan su obra a la materialidad de la pintura. Esos colores hechos carne, que cubren superficies monocromas e intensas, saben atrapar nuestra mirada, detenerla y hacerla cómplice del placer del color, de la luz y, en una palabra, de la pintura.
Charo Crego
Bruselas
UNIVERSOS CASI SONOROS
(La pintura onírica de Cristina Navarro)
«Siempre suspiramos por visiones de belleza,
siempre soñamos mundos desconocidos»
Máximo Gorki
Cuando significamos la evidencia de una pintura onírica, queremos asegurar que hay algo mágicamente trascendente en el seno de las manifestaciones artísticas que bordean los territorios del sueño. En la víspera alimenta los espejos de la realidad: y nos miramos cada día con la firme complicidad de nuestros hechos más acostumbrados. Añores aparte. Con el sueño, lavamos las fantasías que se precipitan en nuestro pensamiento inconsciente, pero saciedad de los ritmos laborables de la construcción de universos atrevidos y bien dinámicos. Y esos «universos», tan especiales, de Cristina Navarro, son mucho más que el Universo, pues han sido erigidos por la facilidad poética de la pintora, del artista, que nos conmueve con los versos etéreos que se contraen y se ensanchan dentro del discurso arpado de la ficción. La direccionalidad estratégica en los planteamientos coloreados de la propuesta, son un «speciali modo» de cotejar la comunicación a través de la conciencia formal de la pintura: estallido armónico, metonimias celebradas a partir de la energía en los sonidos inventados, agudeza de el estilo que hermana un cosmos febril con la dulzura de un empuje amoroso. ¡Cuánta sutileza! ¡Qué manera de mostrarnos lo elegante que se puede ser haciendo el destrío de la pasión ancestral!!!
¿Y el canon de la invención?… «…solo se inventa mediante el recuerdo…», anuncia Alphonse Karr. Pues bien, esta obra que hoy tenemos la suerte de contemplar y la gracia de compartir, se aviene a los justos perfiles de la emancipación creativa. La artista formula, en buena medida, un discurso a partir de lo que captura como prenda capitular de la vida. Y el ingenio, la ilusión, lo mínimo… baste universos «auditivos», construidos de palabras de otro tiempo, del roce de una piel habitada de nostalgia y de voluntad firme de herir a los tímpanos de la propia memoria.
¿Realidad o imaginación? ¿Cuál debe ser la «condición optima» que nos permita adentrarnos por los canales de la interpretación pictórica? Seguramente, como nos incentivaba Filliou, sólo necesitamos una migaja de ingenuidad, o de inocencia, tal y como lo resuelven de manera natural los niños, y acercarnos de manera limpia y libre a la contemplación. ¡Celebramos los juegos con la necesaria complicidad con el artista!
¿Realidad o imaginación? Dice Georges Duby: «…la huella de un sueño no es menos real que la de una huella…», y todo se confunde en el magma hirviendo de los versos en la pintura: Ud pictura poesis, diría el gran poeta Horacio. Poética del color y también de las formas evanescente, dinámicas y rumorosas, pues del viaje confirmativo se aviene el sonido reverencial de la maquinaria célica. Todo se aprende en torno a las imágenes huidizas, pero todo informa en el pentagrama comunal de la inspiración compartida. Notas elevadas por encima del círculo de los auspicios. Secretos que fluyen con la mecánica compositiva y abierta. Razones del ontos griego (επάνω) que nos facilita la comprensión del ser artístico: profundidad de la metáfora que transmuta objeto evidente por reducción de lo comprensible de la existencia real.
¿Y cuál es el verdadero mundo del artista Cristina Navarro? ¿El del tráfico ambiguo por las aceras de la víspera? ¿El acreditado en las riberas del sueño? ¿La sublimación de la condición humana hacia la alegría de vivir? No lo sabemos bien, pues es demasiado complejo averiguarlo fehacientemente. Sin embargo, nosotros ahora, como lo hizo el admirado Heráclito: «…Los hombres despiertos no tienen más que un solo mundo, pero los hombres dormidos tienen cada uno su mundo…», nos atrevemos a pensar que Cristina Navarro incorpora un cosmos de sensibilidad a partir de la profunda iteración por los caminos de la ilusión, allá donde se confunden las partes de la tormenta hazaña; la demiúrgica condición del artista a pie de la pintura exquisita. Y es un verdadero refinamiento, o quizás un incuestionable manifiesto de vida: (Recuerdos, Sueños, Mi mundo, Hora inmensa, Triángulos, La rama del deseo, Y nosotros visitamos entusiasmados esta nueva propuesta de la Cátedra Antoni Miró de Arte Contemporáneo de la UA, y disfrutamos los beneficios de la cultura plástica, y de la realidad que reside en el adentro de cada uno de los cuadros de la exposición: ingenuos de tipo, quizá boquiabiertos, y, aún, como los niños que juegan cogidos de las manos y rodeados por los sonidos de una canción de patio de escuela. Muchas gracias artista. Muchas gracias Cristina Navarro por tu decidido trabajo.
j. en
Universos casi sonoros
(La pintura onírica de Cristina Navarro)